sábado, 2 de enero de 2010
Estación Plaza de Luceros
MANUEL AYÚS Y RUBIO
El pasado 16 de diciembre, el arquitecto y compañero Javier García-Solera expuso la intervención dimanante del proyecto de los accesos de la estación del tranvía en la plaza de los Luceros, explicando sus argumentos para justificar la solución adoptada en relación a la protesta de la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas (PIC) al considerar que se estaba agrediendo el espacio existencial del monumento, protesta recogida por este diario el 2 de diciembre.
Tras su exposición justificativa, no queda la menor duda de que las soluciones son estudiadas con profundidad, pero a pesar de ello siempre surgen criterios de valoración contrarios o sencillamente considerados en planos diferenciados de otras posibles propuestas y, como consecuencia de ello, los resultados son sustancialmente distintos, principalmente, cuando hay un contexto específico con elementos de la escena urbana que son tremendamente delicados y que, a mayor abundamiento, se encuentran protegidos por normas reglamentarias. Obviamente, la protección de monumentos o edificios catalogados en esta ciudad no es sinónimo de respeto alguno al patrimonio arquitectónico ni al ordenamiento jurídico, pues si no, miremos la ciudad con detalle y veremos cuál es el resultado.
De esta intervención han preocupado dos cuestiones importantes que tienen que ver con el lugar: una es el monumento en sí y otra su propio entorno. Aunque parezca simple la aclaración, el monumento no es únicamente la fuente sino además forma parte de él el círculo central de la plaza, formando un todo indivisible y a ello hay que añadir el entorno del monumento.
No cabe la menor duda de que esta situación singular también ha sido preocupación del responsable de la intervención, aunque el orden de prelación o de preferencias haya sido diferente al considerado por esta parte.
Desde luego los razonamientos relativos al emplazamiento no son para nada convincentes, pues si las razones para ubicar el acceso en la plaza de Luceros han sido, por un lado, el cruce Soto-Marvá con Alfonso el Sabio-avenida Estación y por otro, el no poder desplazarlo ni hacia Alfonso el Sabio por el aparcamiento y proximidad con la estación del Mercado, pues perdería sentido dos estaciones tan próximas y, de igual modo, ocurriría con la estación de Renfe si se hubiera desplazado hacia la avenida de la Estación. Lo que se desprende de este análisis es tal vez la improcedencia de la estación de la plaza de los Luceros tan próxima a la del Mercado y a la de Renfe, estaciones donde la distancia entre ellas es verdaderamente corta.
Recurrir a la analogía no siempre es acertado y máxime cuando, como en este caso, el supuesto elegido es el Museo de Louvre, ya que la aplicación analógica requiere de unos presupuestos de identidad y contexto que en este caso no se dan para una aplicación o intervención de estas características.
El razonamiento de no ubicar el ascensor en la corona circular o anillo más alejado del monumento no responde a argumentos convincentes sino a un inadecuado planteamiento. Por un lado, la justificación de no alejarlo del núcleo de la plaza por evitar un recorrido de unos 30 metros antes de llegar al vestíbulo. Y, por otro, la posibilidad de que quedara como un acceso marginal.
Tampoco se está de acuerdo con el análisis realizado sobre el tráfico de personas que circulan por la plaza de los Luceros. No es verdad que el mayor tránsito de personas se produzca sobre el eje Soto-Marvá. Lo cierto y verdad es que el mayor tránsito se produce sobre la corona circular más alejada del centro de la plaza, es decir, la zona perimetral generosamente diseñada y que permite ocupaciones funcionales diversas tales como circular, pasear o sentarse en las mesas de las cafeterías allí existentes. Por tanto, se dispone de un tremendo espacio para diseñar el "arte-facto" que dé accesibilidad y además potencie, más si cabe, la concurrencia en esos sectores circulares de la plaza.
Dicho esto, y si estamos pensando en personas con problemas de accesibilidad pongámosles en el punto de mayor circulación peatonal, pues será ahí precisamente donde mayor disponibilidad y comodidad tendrán tanto en su acceso desde el exterior como del interior. ¿Se han planteado que esta solución no interfiere desde ningún ángulo las perspectivas principales?, ¿No hubiera sido éste y no otro su sitio?
Haciendo un análisis simple, la distancia a recorrer es la misma en superficie que bajo rasante, es más, el exterior añade el agravante del acceso al núcleo de la plaza por el paso de tres carriles de vehículos que hay que cruzar para alcanzar el centro, mientras que de forma soterrrada se haría sin problemas al no existir tráfico alguno de coches, accediendo al centro de la plaza con mayor garantías de seguridad para los usuarios del Tram que en superficie y, además, se hubiese evitado la incisión e impertinencia espacial sobre el momento con un "arte-facto" que aún reuniendo cualidades poco opacas, no deja de ser una invasión sobre el monumento y contra su entorno más inmediato. Toda una contravención de las normas sectoriales dimanadas con la finalidad de otorgar amparo al patrimonio cultural valenciano.
El mismo o parecido razonamiento pudo dar el técnico que diseñó el paso del tranvía en superficie por la Playa de San Juan. La orden le venía dada pero esto no debe ser suficiente. El análisis de la obra dentro del contexto donde se introduce una futura obra es preceptivo y éste debe hacerse con todo el rigor, pues en caso contrario se llega al absurdo, tan semejante como el de "me limito a cumplir órdenes".
Al final tenemos que concluir con dos posibles soluciones, una como consecuencia o fruto de una estudiada adecuación de un acceso intermedio entre la estación del Mercado y Renfe. Aquí el esfuerzo intelectual debió ir dirigido a dar la mejor resolución funcional y del máximo respeto al monumento, situando el acceso por ascensor en los cuadrantes circulares que tiene la plaza sobre la corona circular más alejada del monumento y que, a mayor abundamiento, dispone de espacio generoso. La otra opción es la de no dar acceso desde la plaza de los Luceros, pues las distancia entre el Mercado y la estación Renfe es muy asequible para dar un adecuado servicio a los ciudadanos usuarios de ese sistema de transporte.
Por tanto, ninguno de los argumentos expuestos ha sido convincente ni desde la óptica funcional ni de la acertada ubicación por las cuestiones ya debatidas. En ningún caso se debió permitir una agresión como la cometida contra el monumento.
Si el análisis de los accesos en ascensor se consideró incluyendo los condicionantes de los accesos a personas con cierta dificultad y evitar posibles interferencias entre el volumen de los ascensores y el monumento, lamento tener que manifestar que ninguna de esas dos premisas se ha logrado.
Para concluir quiero compartir en todos sus extremos la enorme preocupación de la PIC cuando se manifestaron públicamente en contra del "arte-facto" que emergía en el seno del monumento. Y lamento no compartir los argumentos expuestos por Javier García-Solera, en la medida que estoy convencido de que no ha sido un acierto tal elección.
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