miércoles, 26 de septiembre de 2007

DISCURSO DE ACEPTACIÓN DEL “PREMIO INSENSATOS-2007” CONCEDIDO POR LA MESA DEL CARNAVAL A LA PLATAFORMA DE INICIATIVAS CIUDADANAS

LEÍDO POR MANUEL ALCARAZ EN EL PUB CLAN CABARET EL DÍA 24 DE MAYO DE 2007
Amigas y amigos, señoras y señores, Mamen y otras dignísimas autoridades.
Cuando se nos notificó haber recibido este Premio, pedí a los miembros de la Comisión Técnica que coordina los trabajos de nuestra Plataforma, que dieran ideas para esta intervención y sobre qué decir en ella. La respuesta fue unánime: “¡Búscate la vida!”. Lo que viene a ser un ejemplo preclaro de lo que sucede en todas las Comisiones: que se ponen a diseñar un caballo y les sale un camello. El camello portavoz, en este caso, soy yo. Échenle, pues, la culpa a ellos de mis desatinos.
Hoy es 24 de mayo, una fiesta entrañable para mí, pues no en vano, hace exactamente 43 años, D. Liberato, a la sazón párroco de Benalúa, me administró por primera vez la Comunión; yo iba más bonito que un San Luis, vestido de marinero con un gorro que decía: Lepanto. Fue, pues, la primera vez que me dieron una Hostia, con perdón, y que, carnavalescamente, me disfracé. Casualmente hoy le han dado asimismo la Primera Comunión al Infante D. Froilán, hijo primogénito de Doña Elena de Borbón y D. Juan de Marichalar: ellos también iban disfrazados, o no, que cuando los miro nunca lo se; en todo caso no intenten imitarles: hay caretas que son incomparables.
Descubrí luego que el 24 de mayo es la festividad de María Auxiliadora, “dulce faro de la mar”, “ella en mi niñez mi pasos guió, por eso la quise tanto, desde que yo supe amar”, según cantábamos en el Rosario de la Aurora con el que conmemorábamos la advocación de la Madre de la Familia Salesiana. Pues no en otro lugar estudié, siendo compañero de patio de D. Enrique Ortiz, en lo que es una prueba palpable de que algunos saben conseguir milagros mucho mejor que otros, aunque se fatiguen los mismos himnos y aguanten las mismas consignas. En fin, como dijo Santo Domingo Savio, “antes morir que pecar”.
A lo que vamos.
Si insisto en estas circunstancias personales es sólo para dar mayor realce a esta entrega de Premios, por si ello fuera menester, que se dice en estas altas ocasiones. Pues al coincidir tanto evento, y de tanta enjundia, no cabe duda de que la Cara del Moro, la Santa Faz, el Hércules, San José María Pi y hasta la Virgen del Remedio, han previsto para todos nosotros un destino memorable. Vaya por delante declarar con toda vehemente sinceridad, que coincidir en el acto con el Colectivo Antimilitarista “La Tortuga”, que, al intentar destruir el Monumento al Soldado de Reemplazo dio, a la vez, una lección de pacifismo y una muestra de amor al arte, y con Alí Andreu, amigo y maestro en tantas, tantísimas cosas del corazón y de los abrazos, que tantas muestras a dado de su inmenso amor por Alicante, es ya sobrado galardón.
Y dicho esto he de felicitar a los otorgantes por habernos elegido, pues, aparte de los ya mencionados, reconocerán todos ustedes que no hay mejor acreedor al laurel que hoy se reparte que esta Plataforma.
Ya sé que no es educado hacer tal afirmación, pero es que si hubiéramos sido educados, ni existiríamos, ni nos premiarían, ni ustedes tendrían ocasión de trasegarse unas cervezas en nuestro honor.
Y es que, lo reconocemos, somos la muestra fehaciente de la necesidad de prescindir ocasionalmente de la sensatez que implica el pacer con donosura y sin vergüenza en los pesebres más calmados de esta ciudad; de la sensatez que alumbra, protege y blinda todo negocio floreciente, todo compadreo fructífero, todo apaño entre presuntos inocentes e implicados furibundos; de la sensatez arraigada en políticos bovinos, inmunes a la exaltación y proclives siempre al jefe; de la sensatez con que muchos empresarios echan cuentas y administran los metros cuadrados y los porcentajes más oscuros.
Nacimos, como Plataforma contra el Plan Rabassa, hace ya bastantes meses, y los inventores de la cosa sólo teníamos en mente una ambición: que cuando, en el futuro, los historiadores contaran esta etapa refulgente, siquiera fuera en una nota a pie de página, se dijera que unos pocos habíamos luchado en contra, por defender la dignidad de la ciudad. Si ustedes me permiten la insolencia, ambicionamos ser esos justos que en otras partes no se encontraron en número suficiente como para detener la ira y salvar la ciudad de la destrucción. Sólo que aquí conocemos perfectamente la faz de los que, como todopoderosos y vengativos Dioses, ofician la destrucción.
Pero, ¡oh insensatez de insensateces!, para nuestra sorpresa encontramos simpatía y compañía contra ese símbolo final de tantas ignominias. Disgustamos tanto que fuimos aborrecidos por los más aborrecibles espíritus sin sentido del humor que pueblan nuestras praderas de posidonias; algunos tuvieron que cambiar de voto, aunque en cuanto se encantan, vuelven a estar en la luna y a equivocarse. El Alcalde, aunque tuvo a bien, un 28 de diciembre, comunicarnos que su agenda no le permite reunirse con nosotros, nos tiene contados, y urbi et orbe, proclama que somos pocos. Mejor: porque así nuestra victoria será más satisfactoria. En todo caso nunca pretendimos representar a nadie: éramos nosotros y bastante tenemos con aguantarnos, no crean ustedes, que angelitos tampoco es que seamos.
Sea como sea, dicen las encuestas que, hoy, una mayoría de alicantinos y alicantinas están contra el Plan Rabassa y que confían tanto en Alperi como en un erizo para inflar un globo. (Paréntesis: por cierto: nosotros hemos hecho lo que hemos podido: sin misericordia hemos lanzado nuestras piedras, con humildes hondas, contra la política del PP; hora va siendo de que la guerrilla se retire y que las tropas regulares de aguerridos militantes de la izquierda, con un pelotón de serenos como vangiardia, ocupe las posiciones que hemos castigado. Cierro el paréntesis).
Hoy miramos con cauto e insensato optimismo el futuro. No sabemos qué pasará con el Plan Rabassa: pero el paseo triunfal de los que extorsionaron a la ciudad, se ha acabado.
Saber todo eso nos dio ánimo, y ahí estamos: persiguiendo un PGOU que no huela a chorizo; defendiendo el baqueteado edificio de la Tabacalera, la sabrosona Estación de Autobuses, los caballitos de Luceros, una relación nueva con nuestro puerto y nuestro mar, la sombra generosa y solitaria de un ficus en Benalúa; o denunciando al guiri ese de las carreras de coches que se atreve a decirnos al pueblo valenciano lo que hemos de hacer; o a levantar miradas, con la compasión de la solidaridad, sobre aquellos que peor lo pasan, que apenas si tienen voz para alzar cuando la pobreza o el desarraigo les condenan a la afonía social, en una ciudad que está, con otras tantas cosas, edificando un nuevo y poderoso mapa de la injusticia y la desigualdad.
Nada somos, en fin, si no somos los insensatos e insensatas que aún creen en la posibilidad de una ciudad civilizada. Y que las sociedades civilizadas se distinguen, primero, por lo que son capaces de hacer por aquellos y aquellas que son más débiles y, segundo, lo que hacen para salvar lo que recibieron de su historia. Ahí estamos.
Queremos la insensatez de una ciudad grande. No en metros, no en coches, no en ruidos, no en humos. Una ciudad grande en la que quepamos todos, menos los siniestros administradores del chanchullo y de la depredación. El hecho más importante de esta semana, para muchos, ha sido, al parecer, la solemne bendición en la Concatedral de San Nicolás de Bari, de las peinetas, pendientes y otros abalorios que realzaran la indudable prestancia de nuestras belleas del foc y sus dignas damas. Me perdonarán ustedes, pero a mi, aunque sea Insignia de Oro de les Fogueres de Sant Joan, eso me parece una ordinariez y una cursilería infinita. Pero, sea, admitamos con gusto que gestos así deberán existir en esta tierra de promisión.
Lo malo, lo auténticamente malo, es que mañana vuelve a ser 25 de mayo y que los muertos del bombardeo del Mercado no encontrarán un hueco en el recuerdo de un Alcalde ignorante y egoísta, que la ciudad no ha sabido aún encontrar una ceremonia sencilla pero intensa de reconciliación con su memoria secuestrada. Ojalá a los crueles e insensibles que vetan el recuerdo, les acechen en los sueños 300 sombras, con las heridas pintadas en sus rostros de hombres, mujeres o niños, que aquél día, aquí, justamente donde estamos, no cometieron mayor delito que ser insensatos inocentes en una ciudad amarrada a la democracia y a la libertad. Deberían, por fin, ser muertos de todos, pero si algunos no los quieren, proclamaremos que son nuestros muertos y se los tiraremos a la cara a algunos imbéciles que aún nos mandan. Y hoy brindaremos por ellos, también con nuestras copas y nuestro atrevimiento y nuestra alegría.
Dicho lo cual, reitero el agradecimiento de nuestra Plataforma a la Mesa del Carnaval de Alicante, por este amigable y entrañable reconocimiento a nuestra insensatez, irreprimible seña de identidad y patrimonio común que devolvemos en ofrenda de amor y casta coyunda a todos los carnavaleros con estos humildes pero infames versos:
Aquí sólo deseamos que cuando llegue el CarnavalYa no sea nuestro Alcalde ese amplio carcamal,Que hoy nos grita, insulta y apostrofaComo si fuera chulapo de muy baja estofa.
Más vale que se arrime a su amigo EnriqueNo sea que sus negocios fueran a irse a piqueY su progenie, pobre como es el mendaSe quede en la calle abandonada y sin vivienda.
Y que cuando Carnestoltes toque dianaque el payo no se atavíe de caballo de Luceros-Aunque más vale eso que verle en cueros-.Ni de Plan General de Ordenación Urbana-Que no haga más equilibrios de la noche a la mañana-.Pues con tanta mentira y tanta promesa vanaen el bolsillo se hará sin más remedio un esguinceChe: que se disfrace sin demora de Luis Quince.
Y pase lo que pase en tal día, nuestra Plataforma,Que sigue empeñada en meter a cada cual en su horma,Si hace falta irá por las calles, como colla de insensatos,Irá soñando y bailando, y maullando como gatos.Y se nos verá, guste o no, casa por casa,Disfrazados… de stop al Plan Rabassa.

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