LA PLATAFORMA DE INICIATIVAS CIUDADANAS PIDE QUE SE HAGA UNA REFLEXIÓN SERIA Y SIN APRESURAMIENTOS SOBRE EL BOTELLÓN, CON PARTICIPACIÓN CIUDADANA, Y ADVIERTE DE LOS PROBLEMAS QUE PODRÍA CAUSAR UN BOTELLÓDROMO
Ante las diversas noticias aparecidas sobre el botellón y la propuesta de crear un “botellódromo”, hace las siguientes consideraciones:
1.- Sin duda nos encontramos ante un fenómeno significativo y preocupante que merece de reflexiones sosegadas, dejando de actuar, como hasta ahora, a impulsos urgentes cuando el problema se agudiza. Pero la esencia del problema no son las molestias puntuales que aparezcan, aunque todos los ciudadanos tienen derecho al descanso. El problema de fondo son los cambios en la forma del ocio juvenil y, más allá, la ausencia de alternativas reales a un ocio basado en el consumo masivo de alcohol. Por ello la sociedad no puede actuar hipócritamente buscando como única salida el alejamiento y aislamiento del problema.
2.- La creación de áreas acotadas puede contribuir a paliar los problemas puntuales, pero si adopta la solución con apresuramiento puede dar lugar a nuevos fenómenos relacionados con el uso de vehículos de motor, la “guetificación” de sectores de jóvenes, la emergencia de grupos dedicados a actividades delictivas que aprovecharan la previsible concentración, etc. En otros lugares estas medidas no siempre han dado lugar a soluciones positivas. En todo caso hay que considerar que la instalación de un “botellódromo” sería, en todo caso, un factor muy potente de autopublicidad y, muy probablemente, incrementaría el número de jóvenes participantes en botellones. Por otra parte sigue abierta una pregunta: ¿cómo si reaccionará si aparecen nuevos botellones “espontáneos”?
3.- Sería bueno que desde el Ayuntamiento se provocara un debate ciudadano amplio, con participación de especialistas jurídicos, urbanistas, sociólogos y sanitarios, asociaciones cívicas, Consejo de la Juventud, asociaciones de estudiantes y AMPAS, empresarios de bares y pubs, etc. En dicho debate deberían plantearse, al menos:
A.- Cómo ligar la cuestión del botellón a políticas integrales de juventud, que incluyeran alternativas de ocio, implicación de grupos de voluntarios juvenil dedicados a la sensibilización en conductas responsables de comportamiento cívico, etc.
B.- Estudiar las medidas concretas para que la posible concentración no diera lugar a nuevas disfunciones:
-Evaluar las medidas legales a adoptar para no generar “espacios exentos de legalidad”, lo que podría significar propuestas de cambios en ordenanzas, etc.
-Considerar si es aconsejable crear un único espacio de concentración o varios, para evitar que un exceso de concentración diera lugar a:
-Intensificación de tráfico, con el consiguiente incremento del peligro y la potencial creación de nuevas molestias por ruidos.
-Creación de un “efecto llamada” de jóvenes de otras localidades.
-Estudio de limitaciones en el acceso en vehículo de motor, asegurando, en su caso, servicios de transporte público.
-Estudio de limitaciones horarias.
-Estudio de servicios públicos a instalar y evaluación de gastos y medidas reductoras en materias como mobiliario urbano o limpieza.
1.- Sin duda nos encontramos ante un fenómeno significativo y preocupante que merece de reflexiones sosegadas, dejando de actuar, como hasta ahora, a impulsos urgentes cuando el problema se agudiza. Pero la esencia del problema no son las molestias puntuales que aparezcan, aunque todos los ciudadanos tienen derecho al descanso. El problema de fondo son los cambios en la forma del ocio juvenil y, más allá, la ausencia de alternativas reales a un ocio basado en el consumo masivo de alcohol. Por ello la sociedad no puede actuar hipócritamente buscando como única salida el alejamiento y aislamiento del problema.
2.- La creación de áreas acotadas puede contribuir a paliar los problemas puntuales, pero si adopta la solución con apresuramiento puede dar lugar a nuevos fenómenos relacionados con el uso de vehículos de motor, la “guetificación” de sectores de jóvenes, la emergencia de grupos dedicados a actividades delictivas que aprovecharan la previsible concentración, etc. En otros lugares estas medidas no siempre han dado lugar a soluciones positivas. En todo caso hay que considerar que la instalación de un “botellódromo” sería, en todo caso, un factor muy potente de autopublicidad y, muy probablemente, incrementaría el número de jóvenes participantes en botellones. Por otra parte sigue abierta una pregunta: ¿cómo si reaccionará si aparecen nuevos botellones “espontáneos”?
3.- Sería bueno que desde el Ayuntamiento se provocara un debate ciudadano amplio, con participación de especialistas jurídicos, urbanistas, sociólogos y sanitarios, asociaciones cívicas, Consejo de la Juventud, asociaciones de estudiantes y AMPAS, empresarios de bares y pubs, etc. En dicho debate deberían plantearse, al menos:
A.- Cómo ligar la cuestión del botellón a políticas integrales de juventud, que incluyeran alternativas de ocio, implicación de grupos de voluntarios juvenil dedicados a la sensibilización en conductas responsables de comportamiento cívico, etc.
B.- Estudiar las medidas concretas para que la posible concentración no diera lugar a nuevas disfunciones:
-Evaluar las medidas legales a adoptar para no generar “espacios exentos de legalidad”, lo que podría significar propuestas de cambios en ordenanzas, etc.
-Considerar si es aconsejable crear un único espacio de concentración o varios, para evitar que un exceso de concentración diera lugar a:
-Intensificación de tráfico, con el consiguiente incremento del peligro y la potencial creación de nuevas molestias por ruidos.
-Creación de un “efecto llamada” de jóvenes de otras localidades.
-Estudio de limitaciones en el acceso en vehículo de motor, asegurando, en su caso, servicios de transporte público.
-Estudio de limitaciones horarias.
-Estudio de servicios públicos a instalar y evaluación de gastos y medidas reductoras en materias como mobiliario urbano o limpieza.
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