La mesa camilla tembló de nuevo. La médium, con los ojos en blanco, comenzó a canturrear “Granada” con voz ronca y desafinada.
-¿Carusso…? – me pregunté, reconociendo el estilo inconfundible de nuestro cantante autóctono, de nuestro entrañable showman callejero.
-Quita, quita, que es para mí – reconocí la voz de Adrián, que actuaba como quien coge un teléfono.
-Dígame, sí, dígame…
-¿Adrián, eres tú? – le dije, y sólo me faltaba ponerme el puño cerrado junto a la oreja derecha para simular una conferencia con el País de Nunca Jamás.
-Sí… soy yo – me contestó la voz con un deje de fastidio - ¿Qué pasa?
-Soy Miguel…
-¿Miguel?
-Sí, Miguel Ángel Pérez Oca.
-¡Coño, Miguelito! ¿De dónde me llamas, de este barrio o del de los vivos?
-Pues, del de los vivos… Es que te he puesto una conferencia a través de una médium… ¿sabes? Manolo Alcaraz nos ha pedido que hablemos contigo. Es que te vamos a hacer un homenaje y vamos a dar todos los años un premio con tu nombre a alguien que le dé la coña a los prebostes locales…Este año se lo daremos a Ángeles Cáceres.
Una risa cascada, como la voz del Carusso, resonó en el auricular, es decir en la garganta de la médium.
-Ja, ja, qué cabrones. ¿Y para qué quiero yo un homenaje? Iros a hacer puñetas y decidle a Ángeles que en lugar de un trofeo le vais a dar una bolsa de pienso para que se la eche a mi gato. Ya sabes, pienso para gatos diabéticos, ¿eh?
-Es que Terratrèmol…
-Calla, calla, no me nombres a ese traidor, especulador de terrenos. Lo que tenéis que hacer es cargaros a ese detective de pega… Que se saque una foto en pelotas con una banda de “bellea del foc”, para un calendario, y todos vosotros también, bandarras, que eso ahora está de moda.
-Pero… - dije para cambiar de conversación – Pero, tú, desde ahí, ¿cómo ves Alicante?
-Pues lo veo… desde arriba. No te jode.
Después se calló un rato, como para pensar lo que me iba a decir.
-Desde aquí se ve Alicante, no sólo en el presente, sino también en el futuro, ¿sabes? Y no veas qué panorama, macho. Ahora, Alicante está hecho una mierda, pero dentro de poco tiempo la cosa será peor.
-¿Peor aún…?
-Sí, sí, Miguelito, pero aún. Mira, estoy viendo a nuestro querido y orondo alcalde con una lira en la mano, subido al macho del castillo y cantando “Prietas las filas” mientras unos tíos le hacen un lifting a la Cara del Moro, que como se les vaya la mano con el Botox se va a parecer al Berlusconi. Y encima, le van a poner de sombrero una torre de acero con unos cables que llegan hasta el puerto, para subir en funicular. Y el caso es que los ascensores siguen averiados. Por detrás, al pobre castillo le darán caña con un tren de cremallera. Y todo eso para nada, porque al castillo sólo suben cuatro gatos, como siempre. Y desde arriba del macho se ven como dos torres de Babel junto al campo del Rico Pérez, y otras dos por la Florida, que no he visto cosa más fea. Ah, y el Plan de Ordenación Urbana sin salir y el monstruo del Plan Rabasa creando problemas de todas clases. Y el memorial del Campo de los Almendros sin poner, que ya van cincuenta arbolitos que planta Ernest Blasco y que se los arrancan los neo nazis. Todas las calles en obras, agujereadas con parkings que después se quedarán vacíos… las hogueras echando humo de plástico cancerígeno en la noche de San Juan… El puerto, bueno, el puerto da risa, lleno de silos de no sé qué… En fin que Alicante se va a la porra, y el gordo, ahí arriba, cantando “Prietas las filas” como un nuevo Nerón…
-Ag, “Prietas la Filas”, qué asco, prefiero oír al Carusso – dije sin calcular los posibles efectos de mis palabras.
-Pues te lo paso – me contestó Adrián antes de que pudiera seguir preguntándole.
Y de la voz de la médium volvieron a surgir las desentonadas y entrañables estrofas de “Granada”.
-Hasta la vista, Adrián, no te olvidaremos nunca…
Miguel Ángel Pérez Oca.
-¿Carusso…? – me pregunté, reconociendo el estilo inconfundible de nuestro cantante autóctono, de nuestro entrañable showman callejero.
-Quita, quita, que es para mí – reconocí la voz de Adrián, que actuaba como quien coge un teléfono.
-Dígame, sí, dígame…
-¿Adrián, eres tú? – le dije, y sólo me faltaba ponerme el puño cerrado junto a la oreja derecha para simular una conferencia con el País de Nunca Jamás.
-Sí… soy yo – me contestó la voz con un deje de fastidio - ¿Qué pasa?
-Soy Miguel…
-¿Miguel?
-Sí, Miguel Ángel Pérez Oca.
-¡Coño, Miguelito! ¿De dónde me llamas, de este barrio o del de los vivos?
-Pues, del de los vivos… Es que te he puesto una conferencia a través de una médium… ¿sabes? Manolo Alcaraz nos ha pedido que hablemos contigo. Es que te vamos a hacer un homenaje y vamos a dar todos los años un premio con tu nombre a alguien que le dé la coña a los prebostes locales…Este año se lo daremos a Ángeles Cáceres.
Una risa cascada, como la voz del Carusso, resonó en el auricular, es decir en la garganta de la médium.
-Ja, ja, qué cabrones. ¿Y para qué quiero yo un homenaje? Iros a hacer puñetas y decidle a Ángeles que en lugar de un trofeo le vais a dar una bolsa de pienso para que se la eche a mi gato. Ya sabes, pienso para gatos diabéticos, ¿eh?
-Es que Terratrèmol…
-Calla, calla, no me nombres a ese traidor, especulador de terrenos. Lo que tenéis que hacer es cargaros a ese detective de pega… Que se saque una foto en pelotas con una banda de “bellea del foc”, para un calendario, y todos vosotros también, bandarras, que eso ahora está de moda.
-Pero… - dije para cambiar de conversación – Pero, tú, desde ahí, ¿cómo ves Alicante?
-Pues lo veo… desde arriba. No te jode.
Después se calló un rato, como para pensar lo que me iba a decir.
-Desde aquí se ve Alicante, no sólo en el presente, sino también en el futuro, ¿sabes? Y no veas qué panorama, macho. Ahora, Alicante está hecho una mierda, pero dentro de poco tiempo la cosa será peor.
-¿Peor aún…?
-Sí, sí, Miguelito, pero aún. Mira, estoy viendo a nuestro querido y orondo alcalde con una lira en la mano, subido al macho del castillo y cantando “Prietas las filas” mientras unos tíos le hacen un lifting a la Cara del Moro, que como se les vaya la mano con el Botox se va a parecer al Berlusconi. Y encima, le van a poner de sombrero una torre de acero con unos cables que llegan hasta el puerto, para subir en funicular. Y el caso es que los ascensores siguen averiados. Por detrás, al pobre castillo le darán caña con un tren de cremallera. Y todo eso para nada, porque al castillo sólo suben cuatro gatos, como siempre. Y desde arriba del macho se ven como dos torres de Babel junto al campo del Rico Pérez, y otras dos por la Florida, que no he visto cosa más fea. Ah, y el Plan de Ordenación Urbana sin salir y el monstruo del Plan Rabasa creando problemas de todas clases. Y el memorial del Campo de los Almendros sin poner, que ya van cincuenta arbolitos que planta Ernest Blasco y que se los arrancan los neo nazis. Todas las calles en obras, agujereadas con parkings que después se quedarán vacíos… las hogueras echando humo de plástico cancerígeno en la noche de San Juan… El puerto, bueno, el puerto da risa, lleno de silos de no sé qué… En fin que Alicante se va a la porra, y el gordo, ahí arriba, cantando “Prietas las filas” como un nuevo Nerón…
-Ag, “Prietas la Filas”, qué asco, prefiero oír al Carusso – dije sin calcular los posibles efectos de mis palabras.
-Pues te lo paso – me contestó Adrián antes de que pudiera seguir preguntándole.
Y de la voz de la médium volvieron a surgir las desentonadas y entrañables estrofas de “Granada”.
-Hasta la vista, Adrián, no te olvidaremos nunca…
Miguel Ángel Pérez Oca.
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