miércoles, 14 de mayo de 2008

ECONOMIA DE ALICANTE: ELEMENTOS PARA UN DEBATE

Josep-Antoni Ybarra
Catedrático de Economía Aplicada y Política Económica - UA
Presidente de la Asociación Valenciana de Ciencia Regional
Miembro de la PIC - Alicante


Muchas veces la economía pasa por ser lo que todo el mundo sabe, pero que poca gente comenta, el secreto a voces que nadie quiere manifestar, el misterio que todos conocen, pero que su protagonista trata de disimular o de ocultar. Quizás hablando de la ciudad de Alicante, de la economía de la ciudad de Alicante, la cosa se agudiza aún más. ¿Qué es Alicante económicamente? ¿Cómo sobrevive su gente? ¿Qué proyectos tienen? ¿Qué planes puede desarrollar? Pocas veces se han visto reflejadas en algún lugar respuestas claras al respecto. Se dice, se huele, se comenta… que Alicante es una ciudad tranquila, docil, apacible, con muchas facultades, el centro de lo que podría ser la California del Mediterráneo (una ciudad como San Francisco o Los Angeles)… que su gente vive, deja vivir y sabe cómo hacerlo…. Todo ello, simplemente, ratifica el hecho, Alicante vive, pero ¿de qué vive?, ¿cómo logra hacerlo?, ¿se puede pensar con un mínimo de previsión sobre su futuro? Estas preguntas exigen que se plantee un mínimo debate sobre la cara oculta y callada de una ciudad bulliciosa y tantas veces transgresora. Se plantea aquí una mínima reflexión del quehacer diario de sus ciudadanos y de las perspectivas que sus dirigentes pueden tener al respecto. El objeto es abrir un pequeño debate sobre esa cara oculta que es la economía en la ciudad de Alicante, que todo el mundo conoce pero que pocos se atreven a ponerle rostro.


LA CIUDAD Y EL MAR
Se parte de la idea de que Alicante es una ciudad de más de 300.000 habitantes volcada al mar; estos son hechos objetivos. Pero, a pesar de destacar su ubicación geográfica, cabe preguntar ¿Alicante es una ciudad marítima? Naturalmente; no se puede negar su proximidad al mar; sin embargo, inmediatamente cabe advertir que su vocación marítima está muy mermada. Basta recorrer mínimamente sus calles y no veremos ninguna actividad marinera destacable. Pocos lugares hay en la ciudad que hagan referencia a actividades pesqueras, navales, portuarias,… la “aristocracia del bacallar” que hizo sonar y brillar a la ciudad de Alicante en otros momentos por su comercio marítimo con los productos del salazón, de los vinos o de las uvas pasas, se ha extinguido; de aquella tradición sólo quedan nombres ilustres dedicados hoy a otros menesteres; la aristocracia comercial portuaria ha desaparecido dejando paso a otro tipo de aristócratas interesados ahora en la compraventa de suelo y de sol. Quizás sea éste el hecho económico más destacable de la historia reciente de Alicante: la pérdida del patrimonio económico histórico. Alicante aparece como una ciudad sin historia económica, sin patrimonio, con la necesidad de buscar un nuevo horizonte, una nueva identidad económica que le cuesta encontrar. ¿Por dónde ha ido su rumbo económico? ¿Cuál es esa nueva identidad?

El mar que tiene próximo Alicante es un recurso generoso: ésa ha sido su ventaja y su suerte. En este mar, ahora ya casi vacío de peces, tampoco se generan actividades de comercio como antaño, no hay trabajos relacionados con temas marinos (investigación, desarrollos, astilleros)…. pero sí ha tenido suelo junto a sus playas. Esto es lo que Alicante ha visto en el mar que tiene: actividad constructora y turística; y así se ha convertido en una “ciudad turística”. La ciudad es un gran oferente de suelo, apartamentos, habitáculos, servicios y negocios, relacionados con las vacaciones turísticas. Sí, decimos bien, vinculada a las vacaciones turísticas que representan los 2-3 meses estivales y los 4-6 puentes anuales que se llena de mesetarios de Madrid, de Albacete o de Navarra, y que en lugar de estar en Moratalaz, Aluche o Tafalla, vienen a pasar esos dias a su “nuevo barrio situado en Alicante”: la playa de San Juan de Alicante. En este nuevo barrio la gente viene de vacaciones y repite porque tiene un apartamento al que le tiene que ser fiel -¡qué remedio, con la hipoteca que está pagando!-, que le permite salir de la rutina de una gran ciudad y un clima más duro, metiéndose entonces en un entramado con ruido contínuo provocado por las motos, los muchos perros y los noctámbulos y constantes fuegos artificiales que impiden tener un descanso regular, con suciedad en las aceras y en los portales; barrio abigarrado, incómodo para salir siquiera a comprar a un Mercadona que tiene en la misma esquina. Pasadas esas fechas, la ciudad turística se vacía, no existe, de la misma manera que no existe para el resto de ciudadanos de Alicante durante todo el año. Nadie de los residentes fijos de la ciudad de Alicante se atrevería a decir que esos veraneantes son alicantinos como los que residen todo el año. Y así lo piensan también los que pueden tener alguna responsabilidad en su administración y gobierno. Alicante como ciudad turística es una aglomeración sin valor urbanístico, paisajístico, cultural, medioambiental, sin valor añadido alguno más que la playa y el sol, pero que sin embargo permite vivir a un volumen de gente que habita de forma fija en la ciudad de Alicante por los servicios que prestan a otro volumen de gente que habita irregularmente en este espacio.

Paralelamente habría una actividad relacionada con el mar que ahora sí tendría un cierto valor añadido potencial en tanto que así lo requiere, pero que, sin embargo, hoy es muy limitada, dada la escasa oferta de actividad turística y cultural que Alicante proporciona para que pueda representar algún peso. Nos referimos a las actividades relacionadas con los cruceros y el puerto. El puerto se ha convertido en un elemento privativo para aquellos que poseen barcos y yates. La actividad económica que se deriva del puerto se reduce a poco más que hacer de atracadero para los cruceros en tránsito y los barcos autónomos, que hacen ostentación del capital de sus dueños según los metros de eslora que tengan. El valor comercial del puerto cada vez más mermado debido al poco flujo comercial que capta de las actividades y productos de su entorno productivo. Por ello, el puerto de Alicante se ha convertido en algo que pudiendo ser un bien común abierto al mundo ha pasado a ser un simple paseadero -que no paseo- para la mayoría de los ciudadanos. Los cruceros, por su parte, ¿qué tienen más allá de la fachada marítima de Alicante con su Castillo? ¿qué les ofrece Alicante? Quizás aquí exista un potencial desarrollo de actividades de algún valor añadido relacionado con el mar, las tecnologías nauticas y/o los servicios turísticos de cierto nivel. ¿Quién se preocupa de su formación y de su potenciación? La salida de la Volvo Ocean Race vendría a resumir la relación de Alicante con su mar y con su puerto: hoy, tal y como se plantea, es una cuestión de imagen, de alarde y de presuntuosidad, pero nada más. Sin embargo, ¿por qué no entender que la actividad relacionada con el mar podría ir más allá de la exhibición?


LA CIUDAD CAPITALINA Y EL AREA METROPOLITANA
Junto a su condición marinera, una segunda identidad de la ciudad de Alicante le viene dada por su capitalidad. ¿Capital de qué? Capital de su provincia, de su administración. Es cierto. Pero ello no pasa de eso, de ser una capital administrativa, de nombre y título. La verdadera capitalidad económica –y su posible impacto económico- en ningún momento le es reconocida a pesar de ser la capital administrativa provincial. Ninguna de las grandes ciudades de la provincia la identifica por su status capitalino más que por la centralidad de algunos de sus servicios administrativos -muchos de ellos ya obsoletos a partir de la extensión de las nuevas tecnologías-. Hoy, Alicante está muy lejos de ofrecer servicios capitalinos que tengan impacto alguno de tipo económico. El rango comercial que pudo tener en algún otro momento atendiendo a sus características mercadologicas diferenciadas, por el volumen de población y por la localización de actividades exclusivas que buscaran la centralidad, en este momento no es destacable. Es cierto también que algunos servicios centrales de carácter provincial aún permanecen (sedes de centros financieros, delegaciones y sucursales administrativas), cumpliendo funciones cada vez menos relevantes. La previsión que se advierte al respecto es que cada vez se está perdiendo la relevancia de esa función. El ejemplo lo encontramos al comprobar cómo la centralidad que representaba la figura de un centro como pueda ser el Corte Inglés, auténtico lugar central en una jerarquía comercial, verdadero paseadero provincial, va perdiendo esa función al ser sustituido por otros centros localizados en cada una de las diferentes comarcas, así como por los otros dos centros de atracción comercial como son Murcia y, en menor medida, Elx (con su nuevo Corte Ingles).

Al margen de esta pérdida de rango en lo que respecta a las funciones administrativas y comerciales, cabría pensar que puedan aparecer en la ciudad de Alicante nuevas funciones de servicio de mayor especialización, derivadas de ser el mayor centro poblacional de la provincia. Servicios de alto rango en la economía del conocimiento, de mayor valor añadido, aquellos que podrían distinguir y reconocer la capitalidad de la ciudad por la mayor demanda o por una demanda más especializada (servicios sanitarios, tecnológicos, profesionales). Simplemente esto es una cuestión de previsión lógica, una especulación por nuestra parte. De hecho, no aparecen suficientemente claros, aún hoy, estos servicios. ¿Quizás en un futuro? Quizás. Sin embargo, las casualidades son poco previsibles en economía; las actividades derivadas de decretos/leyes y de ordeno y mando, además de ser propias de otros momentos y regímenes, casi siempre dan resultados contrarios a los esperados. La economía del conocimiento no funciona en base a reales decretos, así como la economía de servicios, los parques tecnológicos o los barrios científicos. El conocimiento también tiene jerarquía, no se adquiere por ciencia infusa, a base de dinero o dictaminando decretos; hay que trabajarlo, fomentarlo, relacionarlo; su desarrollo no es simple cuestión de buen clima y buenos equipamientos. Hace falta masa crítica, demanda, voluntad, capital financiero -asunción de riesgos- y capital social. ¿Existen estos ingredientes en Alicante? Vayamos a verlo; hoy no, quizás mañana, pero, sobre todo, habrá que trabajárselo.

Otro tanto tenemos con el hecho de “la real y no formal” área metropolitana de Alicante y la funcionalidad económica que de ella se espera. Es curioso que se mira justamente al lado contrario de donde está funcionando esa área metropolitana. ¿Por qué? Porque el área metropolitana real está mirando al norte de la ciudad; hacia Sant Vicent-Mutxamel-Sant Joan-El Campello, con toda su área de influencia. En ese espacio es donde se genera diariamente el flujo de personas y mercancias entre unos lugares y otros, donde se necesitan conexiones mayores, donde existe una complementariedad manifiesta de funciones urbanas, donde se precisan actuaciones y programas explícitos para mejorar sus infraestructuras y sus servicios. Y sin embargo, parece que el problema está al mirar hacia el sur, hacia Elx, e incluso más allá, hacia Santa Pola, como si de ello dependiera el futuro. Lo sensato es acompañar ordenadamente el proceso natural que existe de expansión y complementariedad entre el área urbana de Alicante y su entorno metropolitano real (que no decretado ni impuesto). Otra cosa sería primar otros intereses. ¿Esas otras actuaciones y propuestas son legítimas? Vayamos a analizarlas siempre que se expliciten. Pero lo que no puede ser es que bajo la excusa y la presión del ahogamiento de la dimensión de Alicante y la oportunidad que significaría el generar un área metropolitana, se primen elementos artificiales y privados que vengan a representar un coste a la colectividad, cuando en realidad las necesidades inmediatas y próximas de esa colectividad no están cubiertas.


LA CIUDAD, LA ACTIVIDAD, LA EMPRESA Y EL TRABAJO DIARIO
Y mientras debaten los responsables y los gestores de la ciudad entre la representación que van a tener en la Volvo Ocean Race, y el cómo y quién se paga un plan para diseñar la futura área metropolitana, la gente de la calle vive y trabaja. Pero de qué, cómo, en qué tipo de actividades y empresas.

Por poco que se sondee aparece la idea de que Alicante es una ciudad de servicios. En principio cabe pensar que no se está equivocado; es verdad. ¿Pero qué servicio presta?, ¿cómo es ese servicio? ¿a quién se presta? Y aquí el tema empieza a tener cierta gracia. Por un lado, los servicios son los de carácter público: enseñanza, sanitarios, administrativos. Aparece así una primera ciudad: la funcionarial; una ciudad despreocupada del resto, la cual fija su atención en su propia carrera administrativa. Sus aspiraciones, sus preocupaciones, sus miedos y sus esperanzas se encuentran en la esfera de la Generalitat y/o de alguna de las parcelas de la administración del Estado. Para esta ciudad las preocupaciones económicas de cambio, innovación, competitividad, mejora, diversificación, especialización, rentabilidad, calidad, etc., la cogeen un poco de refilón. No son sus preocupaciones. La economía real de esta ciudad funcionarial se limita a la rutina, sin mayores aspiraciones ni recelos.

Junto a esta ciudad tenemos otra bastante diferente, la de los servicios privados. Una segunda ciudad hecha de dos tipos de empresas: las muy pequeñas, que no tienen más de dos empleados (generalmente compuesta por el titular y algún familiar próximo), que vienen a ser la mitad de todas las empresas comerciales y de servicios que hay en Alicante, y, por otro lado, un conjunto de empresas de alrededor de 50-70 empleados, cuya dedicación se relaciona con la distribución. Aquellas pequeñas tiendas y pequeños negocios, representan una de cada cuatro empresas que hay en Alicante. Estas empresas comerciales y de servicios no producen nada, tan solo venden: automóviles, comestibles, muebles, todo tipo de objetos, suministran cosas, ofrecen útiles y herramientas. De entre todas destaca que las dos mayores empresas comerciales de Alicante sean distribuidoras; una de plátanos y otra de material de ferretería (con más de 500 empleados cada una de ellas). Las necesidades de esta ciudad de servicios comerciales (sus empresas y su trabajo) no pasan por renovar sus estructuras de comunicación, sus planes formativos o su mano de obra. No son éstas sus aspiraciones y necesidades. Quizás sus necesidades estén en la renovación y el equipamiento urbanistico, la trama comercial del centro de Alicante. La familia de comerciantes autónomos, que logró sobrevivir durante tanto tiempo dando servicios a Alicante, ahora se ve muy limitada por el despojo y el desalojo que están produciendo los grandes centros de distribución de lo que fue la función comercial y de relación del centro de la ciudad. ¿Se podría hacer algo diferente? Seguro. Pero es evidente que la política y la orientación sirven para algo, y ello no es precisamente la función que están haciendo algunos poderes públicos favorecedores de la proliferación de las grandes superficies. Cabe apreciar igualmente qué cualificación de ciudad de servicios ofrece, advirtiendo que en su mayoría se trata de servicios comerciales de muy limitada cualificación.

Unido a estos servicios privados, comerciales en su gran mayoría, también hay un volumen considerable de servicios que podrían tener la consideración de quasi públicos -distribución de aguas, sanitarios, médicos, transporte público, electricidad, farmacéuticos, ambulancias, funerarios, limpieza-, la gran mayoría servicios cautivos para los consumidores. Su volumen de actividad y empleo representan un volumen nada despreciable en la actividad local. Sin embargo, al margen de esta importancia, este tipo de actividades no vienen a ejercer ningun efecto añadido y de cualificación sobre la ciudad. ¿Alguien distinguiría a la ciudad de Alicante por estos servicios? Son servicios necesarios, y se podría discutir sobre su calidad y su funcionamiento, pero nada más.

Junto al negocio comercial que siempre ha distinguido a Alicante y a este otro servicio quasi público, el otro establecimiento de servicio que más abunda -quizás haya ahora que hablar en pasado- es la inmobiliaria. Estas inmobiliarias, junto con el servicio a la empresa -los ejecutivos independientes- representan el 33% de todas las actividades empresariales existentes en Alicante; más de 2500 empresas entre inmobiliarias y ejecutivos independientes. ¿Qué empresas son estas? ¿Qué importancia tienen? Estas empresas, la gran mayoría -más de un 80%- con una dimensión que tampoco pasa de los dos empleados, nacidas al calor de la especulación urbanística, no tienen más objetivo que la intermediación en la venta de inmuebles. ¿Algún valor añadido en su actividad?, ¿se distingue por algo su servicio? Alicante se presenta así como la ciudad de los autónomos, pero sin valor añadido. Es dificil proyectar una ciudad sobre esta base económica, una ciudad en la que la expectativa económica se reduce a la intermediación inmobiliaria. Sin embargo, es lo que se ha cultivado durante un cierto tiempo; y es hora de recoger la cosecha que se ha sembrado.

Y siguiendo con esta necesidad de no olvidar lo que se ha hecho en estos últmos años, está el tema de la construcción. La construcción, ese gran motor de la actividad económica de los últimos años, ha significado para la ciudad de Alicante el 20 % de su ocupación activa. Destaca que la empresa privada de mayor volumen de empleo en Alicante es de construcción: Grupo Civica (Ortiz e Hijos) con más de 1500 obreros directos bajo sus órdenes, más lo que ello significa de forma indirecta y relacionada; contratas, subcontratas, empresas dependientes, actividades complementarias, etc.; todo un imperio; es la empresa de mayor arrastre financiero y laboral de toda la ciudad. A ello hay que añadir un pequeño ejército de pequeños autónomos -los chapuzas- que con una dimensión diminuta, nutridos en gran parte de mano de obra inmigrante -sin papeles- ha hecho esas pequeñas reformas caseras a las que tan aficionados han sido muchos de los alicantinos -había que renovarse los baños, la cocina, el cuarto de los niños, etc., cada poco tiempo-. Estas pequeñas empresas de chapuzas representan el 40% de las empresas de la construcción de Alicante. ¡Dificil reconversión la que se avecina!

Y ya, por fin, encontramos a un grupo de actividades que quizás son las que podrían definir el futuro de Alicante. Actividades relacionadas con la función de especialización que podría representar Alicante en el conjunto territorial -provincial y nacional-. Nos referimos a los servicios técnicos de rango superior y especializado. Aquí ya hay experiencias, ya se encuentran empresas y mano de obra en el campo de la informática, de aparatos relacionados con la sanidad, con la propia sanidad. Es cosa de articular mecanismos para que el futuro tenga un acomodo en relación con aquello que ya ha comenzado y que tiene ciertas posibilidades.


LA CIUDAD Y SUS AGENTES ECONOMICOS Y SOCIALES
Tal y como vemos, la ciudad de Alicante es un gran puzzle, una matrioska -esa muñeca rusa de la que salen muchas otras-, eso sí, con la peculiaridad alicantina: cada pieza es independiente del resto. Existen 4 ó 5 ciudades en Alicante: la turística, la funcionarial, la de los autónomos, la comercial, la especuladora, la inmigrante, etc. Eso es la ciudad de Alicante económicamente hablando, un sinfín de ciudades que viven de espaldas las unas a las otras, sin complementarse, sin encajar mucho una con otra, cuyas aspiraciones son diferentes, y sus necesidades tienen poco que ver entre sí. Poca cohesión social, poca identidad cultural, poca perspectiva común. ¿Cómo trabajar entonces por un futuro? Éste es el gran reto que, hoy por hoy, no está despejado. Y en relación con este reto, es triste que el futuro se tenga que decidir por un concurso de ideas, como se está haciendo.

Los dirigentes políticos, con el visto bueno de la mayoría de los agentes económicos y sociales, se han puesto a la tarea de debatir sobre un concurso de ideas, que plantee cuál va a ser el futuro que nos aguarda. ¡Patético! Aquellos políticos que presumían de tener un sinfín de soluciones antes de ayer, hoy, ya no solo están sin ideas, sino que están dispuestos a pagar por aquellas ideas que nunca tuvieron. Recientemente, la mejor propuesta del Presidente de la Comunidad Valenciana para Alicante y su provincia fue plantear un concurso de ideas para ver qué se hacía; y el resto de fuerzas y de agentes, a lo sumo, le matizó la propuesta advirtiendo quién y cómo podría hacerlo mejor. ¡Triste! Pero lo malo no es eso sólo, sino que los agentes sociales y económicos se pelean por capitanear unas propuestas que ni siquiera saben cuáles son en tanto que ni siquiera se han planteado aún. ¿Qué es lo que representan?, ¿a quien? Y mientras tanto, la ciudad queda muda y sin ideas.

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