Queridos amigos y amigas:
Como bien sabéis, uno de mis mayores timbres de orgullo es el de haber pertenecido al Cuerpo de Telégrafos, que tantos y tan gloriosos servicios ha prestado a nuestra patria. Comprenderéis, pues, que siempre me haya sentido molesto cuando se ha dicho que pertenecía al Cuerpo de Correos, esos anticuados, mucho más próximos a las palomas mensajeras que a la revolución científico-técnica. Sin embargo me permitiréis que ahora os dirija, sencillamente, una carta. Y es que reconozco que, si bien un telegrama, con su bonito color azul, hubiera dado realce a esta tontería de acto que os habéis empeñado en montar, literariamente pierde mucho todo argumento si tras cada frase hay que decir stop, que es cosa que queda bien para referirse al Plan Rabassa, pero que da lentitud a otros discursos.
También, pensaréis, podría haber mandado un mail. No es tan sencillo, que por aquí eso de las nuevas tecnologías no está bien visto. Tenéis que comprenderlo: Dios está muy mayor y no quiere ni oír hablar de estas innovaciones; que para correos ultrarápidos ya tiene a los arcángeles, y en vez de google dispone de su famosa Omnisciencia, que le es de gran ayuda. Sin olvidar que le tiene mucho apego a lo del Ojo inscrito en un Triángulo y, por lo tanto, antecedente directo de las webcam. Y para impresoras nada mejor que la de la Santa Mujer Verónica, a la que tanto queremos. Total, que, como Él dice: eso de los ordenadores es cosa del Demonio, por lo que no puedo consultar ninguna web, o sea, que estoy deswebado, con v doble, como Etelvina, pero a lo bruto.
Bueno, a lo que vamos. Estoy en el purgatorio. Al principio me mandaron al cielo. Yo protesté. Pero no hubo manera. Me dijeron que por culpa de esa manía del Creador de no incorporar I+D y la cosa de la globalización, pues hay un colapso en la administración de Justicia de aquí, que hasta San Pedro se puso en huelga. Total, que decidieron dar una amnistía y hacer obras en la eternidad, como las del Palas, para ampliar las Puertas celestiales, entre otras cosas porque había quejas de las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación con lo de la dificultad de pasar un yate por el ojo de una aguja y eso. En fin, entre unas cosas y otras me pusieron la coronita y las alas y, hala, adentro.
Pero según que pasé, leí en un cartel que la contrata se la habían adjudicado a “Ortiz e Hijos y Espíritu Santo”. Se me escapó un “¡Hostias!”. Fui por ello gravemente reconvenido por San Mamés, que me sacó una tarjeta amarilla. Así que, preocupado y meditabundo, paré al primero que vi y le dije:
-Por favor, ¿puede decirme dónde está el estanco más próximo?, que es que en el kit de santo varón no venía tabaco.
Y me gané, en el acto, otra bronca, que resulta que en la Gloria no se fuma. Así que no pude por menos que exclamar:
-¡Vaya mierda de Gloria!
Se me arremolinaron entorno los profetas y las vírgenes, los confesores y los mártires y, a coro, me cantaron las cuarenta, advirtiéndome de que, de seguir así, me iba a ver privado de la Presencia de Dios. Aquello, qué queréis que os diga, me preocupó. No había yo advertido que estaba en la Presencia del Altísimo y empecé a preguntarme si mi esencia no estaba suficientemente limpia. Duda apropiada por demás, ya que, en las Puertas, un serafín me había hecho fregar con agua bendita las suelas de los zapatos, pues en ellas transportaba una plasta canina; mientras, iracundo y amenazándome con espada de fuego, proclamaba:
-¡A saber de qué ciudad vendrá este!
Así que paré a otro angélico ciudadano, que resultó ser Santo Tomás de Aquino, y le pregunté:
-Buen alma: ¿estoy gozando ya de la Presencia de Dios?
Nunca lo hubiera hecho. Me metió una Suma Teológica equivalente a 23 siglos, que es que en el Más Acá –o sea, en vuestro Más Allá-, la cosa del tiempo va muy trastocada y no hay manera de aclararse, que hace poco una delegación le pidió a la Santísima Trinidad que cambiara el sistema para poder tener memoria, y Ella le espetó:
-¡Por el forro: o me traéis mil millones de firmas o no hay tu tía, majaderos!
Y es que Dios, si se pone, tiene muy mala leche, las cosas como son.
A lo que iba, que me distraigo: el teólogo vino a decirme que siempre estaba en la Presencia Divina, pero que yo no lo vería a Él como Él me veía a mí si yo no hacía un esfuerzo de Fortaleza, Templanza y Voluntad invocando al conjunto de Virtudes Teologales y Cardinales…. Tras lo que pasó, durante 1600 años, a explicarme cómo se hacía eso. Ché, resumiendo: que uno ha de dejar la mente en blanco mientras bisbisea un mantra, una frase llena de connotaciones espirituales, que le aleje d elas cosas del mundo carnal, para ser absorbido por el Hálito eternal, y entonces se Le ve. Eso hice, que no creáis que fue cosa fácil sin un cigarrito; pero cuando había repetido “Per a Sant Joan bacores, Per a Sant Joan bacores, Per a Sant Joan bacores”, medio millón de veces, apareció.
Descendió de la famosa Nave de la Iglesia con la que acababa de ganar una cosa que se dice Ocean Volvo Racista y era una Presencia grande, muy grande, inmensa. (Acababa de descubrir que Dios era obeso). Llevaba un traje tieso, azul naturalmente marino, con una camisa rosa y una corbata púrpura asfixiándole su rotundo cuello, embutido en solapas rigidísimas; y un pañuelo de seda, a juego, le asomaba por el bolsillo de la chaqueta. Tenía el pelo corto y entrecano. Sudaba. De los bolsillos le salían ladrillos. Con voz pastosa me dijo:
-Bienvenido a la Ciudad de la Luz. Tenga usted cuidado: los negros, los moros y otros pobres son sumamente peligrosos. Si ha pensado en invertir le recomiendo que lo haga en aparcamientos subterráneos. Y haga como yo y no se meta en política. Me voy corriendo: siempre tengo que estar preparando mi Juicio Final. Agua para todos.
Dicho esto se me difuminó. Más tarde, Santa Teresa, que es santa a la que tengo mucho aprecio porque tuvo que escribir con los brazos incorruptos, me explicó que, más que difuminárseme Dios, unos querubines me habían dado de mamporros ante la sarta de maldiciones con que pagué al Señor Su magnificencia. Él, en Primera Persona, no se había enterado, porque se había ido de cuchipanda con Yavé, Zeus y Alá a un sitio de la contornada que se dice, apropiadamente, el “D’Angelo”, a ver si corrompían con unas dádivas a Buda y Confucio, que se la cogen con papel de biblia a la hora de repartirse los dineros de las indulgencias y las limosnas. Pero la Paloma de los Huevos, o sea, Él en Tercera Persona, dio las órdenes pertinentes y me pusieron a caer de un burro, que es lo que acostumbran a hacer con los descreídos desde que les fue bien con San Pablo. Así que me di un leñazo que me llevó de nuevo a blasfemar. Me quede como si se me hubiera roto mi alma de cántaro, así que me dirigí a los Santuarios de Primeros Auxilios, mas, habiéndose pasado Fátima y Lourdes a la privada, me pusieron en lista de espera unos siete millones de años. Y fue ahí, en la sala de espera, donde Santa Teresa, que había ido a lo de sus brazos, me entretuvo con la historia que os relato y unas deliciosas yemas de Ávila.
En eso salieron los Santos Cosme y Damián, a los que pregunté que qué pasaba con lo mío; me dijeron, a dúo:
-Si no te gusta hazle una perdida a Zaplana.
Y se descojonaron. No entiendo muy bien de qué, aunque va a ser que algunas cosas me han pasado desapercibidas.
En fin, que cuando me arreglaron me fui a dar una vuelta y me encontré súbito a Juan Pablo II y a San Josémaría y a Pinochet haciéndoles burla a los de la Teología de la Liberación; al Buen Ladrón camino de Rabassa a por unas mercedes; a San Juan de fiesta, que se le había subido la mistela a la cabeza; y a Santa Bárbara con un teleférico en un ojo. Me dije: “Son como niños”. Mas, como buen patriota, pregunté por San Nicolás, para presentarle mis respetos, pero el alado ujier me comunicó:
-Se ha ido de putas.
Y me explicó que, siendo como es San Nicolás, además de patrono de Alicante, patrono de las mujeres en peligro de descarriarse, andaba siempre por ahí a ver si evitaba más pecados.
-¿Y cómo le va? -pregunté.
Y me respondió:
-Pues mire usted: si como Patrono de Alicante ya ve lo que ha conseguido, no quiero ni contarle cómo funciona el puterío.
Así que me fui en busca de la Virgen del Remedio, la Patrona alicantina. No estaba: se había ido con Santa Pola de visita a la Virgen de la Asunción, a no sé qué de un Triángulo, me dijeron. Pero al rato apareció con el bastón de mando de Alcaldesa Perpetua, que qué sobresalto de idea.
-Ay, hijo -me espetó-, menuda tropa: he intentado vender el bastón creyendo que era de caoba y piedras buenas y me ha dicho Tomás Valcárcel que es de cartón-piedra.
-Bien puede ser, Madre -traté de consolarla.
-Y dime, en conversación mística: ¿cómo va mi amada ciudad?
Yo, que siempre he sido muy bien mandado, empecé a hablar.
Y luego me desperté aquí, en el Purgatorio, sin alas, sin corona y sin tabaco. Y en vez de túnica, con zaragüells, que es lo que peor llevo. Al parecer había escandalizado a la Patrona.
Ya sé que la progresía se ha empeñado en decir que el Purgatorio no existe, malinterpretando, como siempre, las fuentes teológicas. Y creyendo a un Papa, que es lo que siempre le pasa a la progresía, que confía mucho más en la derecha que en sus propias fuerzas. Pues sí: existimos, existimos más, por ejemplo, que Alicante, con lo que no quiero yo decir que Alicante sea una forma de Purgatorio, válgame el cielo.
La verdad es que aquí no se está mal. Es un poco más incómodo porque vivimos en pisos y no en urbanizaciones. Cierto es que hay gatos y una réplica del Monumento al Soldado de Reemplazo. También hace más calor, pero me han dicho que no es nada personal, sino cosa del cambio climático. Tampoco hay campos de golf, pero, a cambio, la gente es mucho más sensata. Yo he hecho pandilla con José María Py, el Negre Lloma, Gastón Castelló y Caruso. Les he enseñado el Himno de Terratrèmol y, como ya se sabían el de les Fogueres, animamos todos los festejos populares, siempre que nos inviten a una miqueta d’herbero y a unas palomas para brindar en honor de la Tercera Persona. También hay turistas, pues, últimamente, en el cielo se han empeñado en diversificar la oferta de ocio y nos traen, a que se apiaden de nosotros, a gentes pálidas, que visten sin rubor ni decencia, y cenan paellas recalentadas. Pero, insisto, aquí estoy mucho mejor que en las alturas, sobre todo desde que he conocido a Góngora y a Debussy.
Ahora bien, dicho lo dicho, he de reconocer que, de vez en cuando, ya lo habréis notado, siento algo de nostalgia por las cosas de Alicante. Lo he consultado a un psicólogo, porque aquí hay muchos psicólogos purgando sus manías. Me han dicho que es normal, que si quiero puedo bajar, pero que es peligroso, porque, en sentido técnico, sería un fantasma, y me podrían confundir con muchos pobladores de esa, vuestra venturosa tierra, y entonces padecería en mi mismidad espiritual y se me avivaría el complejo de Edipo, algo muy nocivo para los que, como yo, somos hijos únicos y huérfanos. Si además tenemos en cuenta que, dadas las circunstancias, dicho complejo me llevaría a desear matar a Dios para pasar a rondar a María Santísima, el asunto es mucho más complejo todavía; o sea, que tendría un complejo de complejo muy pernicioso.
Así que me he suscrito a varios periódicos locales, que, otra cosa no, pero tiempo tengo, con lo que puedo leer las columnas de opinión tranquilamente. El otro lustro, sin ir más lejos, estuve 400 años leyendo una cosita de Enrique Cerdán Tato en El País. También le he cogido afición a las tertulias de Manuel Avilés y Pedro Luis Nuño de la Rosa y Amores en la SER: lo malo es que me han dicho que esto me computa, penitencialmente hablando, y a ver si me van a reducir demasiado la punición.
Pero lo más importante es que con estas cosas me he enterado de asuntos deslumbrantes. No deja de ser el menor de ellos el hecho probado de que Mariano Sánchez trabaja en la Ciudad de la Luz, en la de ahí abajo, digo, que no en la del Alcalde, digo en la de Dios. Y también que a la Cara del Moro le estén practicando una cirugía facial, que cuando empezamos con esto del Terratrèmol conjeturamos cosas tales, y nos reímos la mar, porque nos creímos insuperables a la hora de imaginar.
Por lo demás creo que Blas Bernal hace deporte y que, sorprendentemente, el Hércules sigue en Segunda, que no ha descendido más, si es que se puede descender más, el Hércules, digo, no Blas, que eso ya lo sé. Creo, dicho sea de paso, que el PSPV anda de crisis interna, lo que me lleva a hondas reflexiones, porque como aquí el tiempo es tan raro, he viajado al origen de esa crisis, hace muchos años, y he podido comprobar que allí estaban los mismos que ahora, más o menos, lo que, francamente, es alentador, porque han devenido en intemporales y alegóricos, algo que en esta parte se valora infinitamente. Y me ha emocionado especialmente lo de Roque Moreno, que tú eres Roque y sobre esa piedra edificaré varias iglesias, que diría el panoli de la Segunda Persona: porque si bien el susodicho Roque no llega a ser isósceles, es angular, gran angular, me atrevería a decir, y ya tiene dos cargos públicos. También enfoco a menudo a ver si EU proclama de una vez la República, pero no hay manera, que no sé qué les pasa. De Julio de España tampoco tengo muchas noticias: ¿le han declarado ya Patrimonio de la Humanidad?
Lo que me parece más raro de todo es lo de la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas, insigne caterva de iluminados y abajofirmantes que ayudé a formar, que menuda tribu… Me he enterado que han montado un festejo que dura Quince días, o sea, el doble de la Semana Santa, lo que ha sentado muy mal en según que divinos ambientes. Eso va a ser cosa del pesado de Manolo Alcaraz, que es que, el pobre, como fue Delegado de Cultura de la Gestora de Hogueras, se quedó con estos tics. Y seguro que tiene por ahí mareados a Mario Serra, que debe estar a punto de jubilársele, y a Miguel Ángel Pérez Oca… Miguel Ángel, oye, que te mandan recuerdos Giordi Bruno y Nico Copérnico.
Y ahora sí, por fin, dichas estas cosas, he de ponerme serio. Porque, al fin, he llegado al meollo y causa de esta misiva: ¿a quién cojones se le ha ocurrido inventar un Premio con mi nombre y profesarme homenajes? Os lo permito por lo que os lo permito, que ya queda dicho que me han desaconsejado fervientemente asustar con mis espectrales poderes. Y hasta os lo perdono porque habéis elegido “Bellea del Distrito Adrián López” a la Cáceres, manda huevos. En fin, no solo os lo perdono por esta vez sino que hasta he de deciros que un poco de ilusión me hace. Bueno, bastante ilusión; pero porque sois vosotros, puñetas.
Que sepáis que en este mismo momento Caruso se ha puesto a cantar el Som fills del poble y Virgilio, que estaba por aquí de guía turístico, según acostumbra, se ha vuelto espantado a la mitología. Dicho lo cual, sólo me falta dirigir unas palabras a la galardonada: Ángeles, chica, tú hazte la despistada, y si se ponen muy fastidiosos, métete en la jaula con el tigre del vecino.
Voy a ir terminando, que mañana quiero madrugar para ir a ver el Dos de Mayo, aunque Abraham insiste mucho en que le enseñemos una corrida de toros. Que sepáis que me acuerdo mucho de vosotros y vosotras y de los buenos ratos pasados diciendo barbaridades, de lo que me alegro, porque ha resultado que los bárbaros son unos chicos majísimos. Y que, eso, que perseveréis en ser palizas hasta la extenuación: son méritos que se acumulan y que luego sirven bastante aquí para la promoción interna. Os lo digo yo que, tras haber visitado el cielo, he alcanzado la dichosa estancia en el Purgatorio. Y os lo digo porque el otro día me encontré con el Jefe, que esta vez iba disfrazado de Camps, que parecía una mojama con fiebre, y le pregunté por Alicante y me dijo que no acaba como Sodoma y Gomorra por algunos justos que la justifican. Y entonces me acordé de vosotros.
Para lo que gustéis mandar, aquí sigo, y por muchos años.
Vuestro afectísimo, Adrián López, purgante del Cuerpo de Telégrafos.
Postdata: podéis poner mi firma en el próximo manifiesto.
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